Gran Muralla China: La espina dorsal del gigante asiático
Considerada una de las actuales maravillas del mundo moderno y Patrimonio de la Humanidad, la Gran Muralla China es el reclamo turístico por excelencia del país asiático. Sus más de 8.000 kilómetros de longitud y la historia que la rodea la convierten en el verdadero símbolo del antiguo poder imperial, ahora repleta de turistas
Considerada una de las actuales maravillas del mundo moderno y Patrimonio de la Humanidad, la Gran Muralla China es el reclamo turístico por excelencia del país asiático. Sus más de 8.000 kilómetros de longitud y la historia que la rodea la convierten en el verdadero símbolo del antiguo poder imperial, ahora repleta de turistas
La Gran Muralla China se alza como la espina dorsal de un gigante dormido que se despliega a lo largo de más de 8.000 kilómetros de sierras inhóspitas de matorral y cordilleras de roca arenisca, desde Shanhaiguan, a orillas del Mar Amarillo, hasta Jiayuguan, junto al Desierto de Gobi. En la actualidad, esta enorme pared ya no protege del ataque de los enemigos, aunque sigue siendo un símbolo del poder imperial chino, ahora repleto de turistas y vendedores de souvenirs. Rodeado de un espectacular y abrupto paisaje montañoso, esta enorme obra de ingeniería mide de unos siete metros de altura y otros cinco de ancho.
La Gran Muralla se levantó hace dos milenios, cuando el emperador Qin Shihuang decidió unificar los muros que habían levantado sus antecesores para protegerse de las invasiones de los nómadas del norte. Como elemento defensivo de los mongoles no logró su objetivo, aunque se convirtió en un seguro nudo de comunicaciones, sobre todo para salvar los desniveles montañosos. Además, desde sus torres se transmitían mensajes mediante campanas, humos y destellos de luz. En su época de apogeo fue custodiada por más de un millón de guerreros. Como no podía ser menos, forma parte del Patrimonio de la Humanidad y es una de las actuales siete maravillas del mundo moderno.
Una buena parte de esta rocosa pared cuenta con la fama de haberse convertido en el mayor cementerio del mundo. Unos 10 millones de trabajadores murieron durante su construcción. Aunque no se les enterró bajo el muro, sí se hizo en sus inmediaciones. Y no, no resulta posible ver la Gran Muralla desde el espacio, como así cuenta la leyenda urbana. Su construcción es más delgada que muchas carreteras. Pero sí es de obligada contemplación ver la puesta o salida del sol desde ella. No tienen precio.
El visitante que llegue a la Gran Muralla desde la capital china, Pekín, puede visitar tres de sus bellos tramos: Badaling, Simatai y Mutianyu. El primero, emplazado a 70 kilómetros, se encuentra repleto de gente. La tercera resulta la opción más recomendable por accesibilidad y no estar tan masificada de turistas. Para los más pequeños hay un tobogán para bajar desde lo alto del muro. Simatai, el tramo más espectacular de todos los fragmentos restaurados, tiene cuestas de hasta un 70% de pendiente.
Uno de los problemas a los que se enfrentan las autoridades chinas es intentar preservar el estado de conservación de la Gran Muralla: Se deteriora cada vez más. La parte visitada por los turistas está protegida por obligación y algunos trayectos se han debido reconstruir. Su gran tamaño permite el descuido de gran parte del rocoso muro, lo que ha originado el robo de piedras para la construcción de casas y paredes expuestas a la pintura de graffitis.
Una de las mejores opciones de alojamiento junto a la Gran Muralla reside en pernoctar en el hotel Commune, situado entre los valles cercanos a la región de Shuiguan. De elegante diseño, dispone de 11 villas con spa, fitness o sala de conferencias. Pertenece a la cadena Kempinski.