Una pileta en la Plaza de Lima
La pileta de la Plaza Mayor de Lima fue, en otros tiempos, símbolo del poder real en América del Sur.
La pileta de la Plaza Mayor de Lima fue, en otros tiempos, símbolo del poder real en América del Sur.
La pileta ubicada en el mismo centro de la Plaza Mayor de Lima es una de las manifestaciones barrocas más importantes de la ciudad. La ubicación intencional de este monumento, rodeado de las sedes de los poderes del Estado como son el palacio del virrey, la catedral y el concejo de Lima, tenía como objetivo adoctrinar al pueblo, de ahí la presencia de múltiples mensajes escondidos dentro de su decoración, características muy propias del barroco civil español.
Más allá de la estética que presta al conjunto de la plaza principal, la pileta es la figura representativa del núcleo del poder de los Austrias.
Como se recordará, Lima fue el centro del poder virreinal en América del Sur. En la capital peruana se concentraba el control militar y religioso hispánico. Entonces no es de extrañar que en el centro de la plaza más importante de la ciudad apareciera el símbolo real que ensalzaba la figura de Felipe IV, expresado en las inscripciones de la nueva pileta de 1650 que reemplazó a la original de 1578.
La pileta que actualmente se erige en el centro de la plaza, está hecha de bronce, un material considerado propio de la realeza. Lleva tallado en su estructura el escudo de Castilla y León y el escudo de Portugal. Esta referencia no es gratuita si se recuerda que entre los años 1640 y 1665, el reino de Portugal se hallaba en disputa, la figura de Felipe IV era muy cuestionada en aquel reino donde el rey de España también se había coronado, en 1621, como Felipe III, rey de Portugal.
Teniendo en cuenta que la construcción de la pileta en 1650, se llevó a cabo dentro de este periodo de litigio, entonces suena lógico que esta obra escultórica remarcara el poder de la monarquía católica y sus pretensiones sobre la corona de Portugal.
Por lo escrito anteriormente, nos damos cuenta de que el simbolismo de esta obra es enorme. Es la representación misma del poder de Felipe IV, que expresa claramente quién es el monarca de toda Sudamérica, reclamando para sí los territorios portugueses de Brasil.
La característica barroca de esta obra queda reforzada por las figuras de leones pétreos, símbolos de la monarquía católica, los cuales someten a fieros dragones, figuras alegóricas de la oscuridad y el mal.
A toda esta gama de simbolismos habría que agregarle el significado del agua como elemento de vida. Es decir, la vida misma que emana del poder real y la cual es accesible al pueblo.
Sobre este punto habría que recordar la importancia que tenía el agua en la organización social y política de los pueblos prehispánicos. Para citar un ejemplo basta rememorar que el palacio del ultimo cacique de Lima, antes de la llegada de los españoles, Taulichusco, se encontraba muy cerca al río Rímac con el fin de controlar la administración del agua en el reino. Quien controlaba el agua, detentaba el poder.
En conclusión, en la pileta principal de la Plaza Mayor de Lima, se concentra toda una amalgama de alegorías al poder real, las que actúan a través de mensajes subliminales, tallados decorativos y expresiones dramáticas que buscan impresionar al espectador con una demostración de poder. Todas estas características, como se mencionó antes, muy propias del arte barroco.