El Camino de Santiago

El Camino de Santiago es milenario, atrapa. Esta senda que imita a la Vía Láctea encierra, en realidad, varios caminos: El viaje interior que uno mismo emprende para descubrir su esencia y es también es una ruta llena de historia, la gran vía de transmisión de cultura en el Medievo.

El Camino de Santiago

Los paisajes de belleza agreste reclaman, asimismo, la atención de los amantes de la naturaleza, al igual que las decenas de iglesias románicas, monasterios y ciudades monumentales que jalonan el camino para los enamorados al arte. Sí se está en Sarria, y saben los turistas que hospedarse en un hotel local es el punto de partida para, desde allí, construir recuerdos inolvidables.

Es otra forma de disfrutar de unas vacaciones, que exigen cierta dosis de esfuerzo. Y no hay excusa para coger la mochila y emprender el viaje, ya que como todos los 25 de julio tendrá lugar la festividad de Santiago Apóstol dentro del Año Santo Jacobeo, que se conmemora con una cadencia regular de 6, 5, 6 y 11 años, en la que también influyen los años bisiestos.

El duro caminar que exige llegar a Santiago de Compostela necesita, al menos, 34 días si la ruta se inicia en Soporte, en el Pirineo aragonés, o 30 desde Saint-Jean-Pied-de-Port, en su vertiente francesa. Precisamente, el itinerario desde tierras galas transcurre por Sarria, provincia de Lugo, en su segunda etapa. De aquí parte la gran mayoría de los peregrinos, ya que sólo dista 111 kilómetros de Santiago y el mínimo para obtener el diploma acreditativo de la ruta completa son 100 km. Muchos otros llegan a este municipio de inspiración medieval en tren desde Barcelona, Madrid o Irún para iniciar el camino. Hasta que se aproxima aquí, el peregrino tiene el placer de disfrutar del cromatismo natural de la zona y la riqueza artística de todo el entorno, las ondulaciones propias del terreno donde además se disfruta de la hospitalidad gallega.

Furela, Calvor, San Mamede, Carballal y Vigo son centros de paso obligados en medio de bosques y parajes de gran belleza. La entrada a la provincia de Lugo desde la Sierra de los Ancares depara el contraste de parajes abruptos, pero elegantes.

Al salir de Sarria, el viajero emprende de nuevo camino para proseguir hacia Santiago por entrañables aldeas como Domiz, Leimán, Peruscallo, Cortiñas, Lavandeira, Casal o Brea y alrededor de las aguas del río Miño. No encontrará momento para el aburrimiento, ya que deberá sortear tramos embarrados, descensos y pendientes empinadas. Asimismo, durante el camino podrá descubrir las maravillas que esconden los artes barroco y románico, como la iglesia del Salvador (siglo XIII) o el convento de la Magdalena (edificado en el año 1200), en la misma Sarria.

Encajonado entre montañas se oculta el monasterio de San Julián de Samos, que sorprende por sus colosales dimensiones. Posee dos claustros, uno de ellos considerado el más grande que existe en España. Merece la pena hacer una pequeña parada y gozar del lugar.

El culmen del peregrino, dejados atrás kilómetros y días agotadores de sumo esfuerzo, es arribar sano y salvo a la capital jacobea, ciudad barroca, inventada y espectacular.

Lo conseguirá una vez divise la Catedral de Santiago, donde reposa el sepulcro del apóstol, en la plaza del Obradoiro. Antes de penetrar en el sagrado templo quedará extasiado ante la magna belleza que exhala cada elemento que compone el Pórtico de la Gloria, obra cumbre de la escultura románica que representa el Juicio Final.

Una vez dentro hay que mostrar respeto y dejarse llevar por la solemnidad de la liturgia del botafumeiro, un incensario gigante de casi 60 kilos de peso que vuela por la nave central de la catedral, accionado por los párrocos. Aunque los flashes de los turistas osen desvirtuar tan seria ceremonia. El objetivo estará cumplido.