Meteoros, monasterios de piedra que llaman a las puertas del cielo en Grecia
24 descomunales macizos rocosos modelados por la erosión, albergan los monasterios ortodoxos de Meteora, de los que sólo seis permanecen habitados por religiosos ermitaños y anacoretas.
24 descomunales macizos rocosos modelados por la erosión, albergan los monasterios ortodoxos de Meteora, de los que sólo seis permanecen habitados por religiosos ermitaños y anacoretas.
A poco más de 300 kilómetros de la capital griega, en plena llanura de Tesalia, se erigen a más de 600 metros de altura los monasterios ortodoxos de Meteora, a los que se accede por angostos caminos labrados en roca o delgados puentes se convierte en toda una aventura.
Encaramados en la cumbre de altas elevaciones de roca blanda, los monasterios helenos de Meteora se alzan inaccesibles, misteriosos y solitarios como símbolo viviente de la religión en el mundo bizantino. Suspendidos en el cielo y moldeados por el paso del tiempo, la visión de estos 24 macizos rocosos de tamaño colosal y de origen geológico desconocido, sacude al viajero más curtido.
Se localizan al norte de Grecia, en la llanura de Tesalia a poco más de 300 kilómetros de la capital Atenas. A la sombra de estos guardianes calcáreos se cobijan el pueblo de Kastraki, rodeado de viñedos y la ciudad de Kalambaka. Desde aquí, parte el camino hacia los monasterios de los que sólo seis admiten visitas, los únicos que permanecen habitados son:
- Metamorfosis o Gran Meteoro
- San Nikolas Anapafsas
- Roussanou
- Santa Trinidad
- San Esteban
- Varlaam
Llegar a sus cimas trepando por una escalera diminuta, excavada en las grietas de las rocas o atravesando finos puentes de madera, es toda una aventura.
Con los muros a ras de la roca, Roussanou es el más espectacular de estos refugios de anacoretas y religiosos ortodoxos, quienes escaparon de las incursiones turcas en Grecia durante el siglo XIV, en pleno Imperio Bizantino. Sus primeros moradores fueron ermitaños que vivían en las cuevas y que querían estar lo más cerca posible del "creador". Abre a diario, tanto en invierno como en verano.
Los monasterios de la Trinidad y San Esteban son los únicos que conservan una función exclusivamente religiosa. Una vez llegado a las guaridas místicas, el visitante descubrirá pasadizos secretos, celdas minúsculas y cámaras rituales con bellos frescos bizantinos. Pero dentro de los monasterios está prohibido hacer fotos. Una ruta de 17 kilómetros permite dar la vuelta a todos ellos.
Grabados, tapices y otras imágenes recogen los episodios de la historia de Meteora en el museo del Gran Meteoro, centro administrativo de los monasterios habitados, a 613 metros de altura sobre el nivel del mar y a 415 metros sobre el río Peneo. Desde aquí el viajero se topa con el monasterio de Varlaam o de Todos los Santos, que se eleva a una altura de 373 metros sobre el firme. Acercarse luego hasta el refugio de Agia Triada o de la Santa Trinidad sobrecoge realmente.
Como si de un fenómeno celeste se tratara, parece querer arrancarse de la tierra para alcanzar - majestuoso- el cielo. La belleza que irradian todos estos templos les valió para que fueran declarados como Patrimonio de la Humanidad en 1988. Al salir de los monasterios, el viajero no puede evitar quedarse embelesado al contemplar la inmensidad de la llanura de Tesalia, surcada por el discurrir fluvial del río Peneo bajo la atenta mirada de las montanas Koziakas.
Con el fin de descansar de una ajetreada visita que no permite dejar indiferente a nadie, el viajero se puede hospedar en el hotel Divani Meteora -de cuatro estrellas- situado en Kalambaka, desde el que se puede divisar el fascinante paisaje de Meteora, o en el de Kastraki -de tres estrellas- emplazado en el pueblo del mismo nombre y que tiene un aspecto rústico familiar.