La isla de las muñecas

La historia de las guardianas que ahuyentan a los espíritus.

isla de las munecas

Xochimilco es una de las tantas maravillas naturales que México ofrece al mundo, es una zona compuesta por casi 190 km de canales navegables, naturaleza y misterio. Quien alguna vez ha pasado por el lugar, ha podido ver una serie de islas pequeñas que sobresalen de la superficie del agua. Una de estas islas es especialmente célebre por la historia que encierra, la que explica a la vez su aspecto macabro y siniestro.

Nos referimos a la Isla de las muñecas, un paraje que durante más de 25 años tuvo un solo inquilino, su nombre era Julián Santana Barrera. Esta isla debe su peculiar nombre a las incontables muñecas que cuelgan en cada parte de la isla; se hallan colgadas de los árboles y en las paredes de la casa de madera que sirvió de vivienda a don Julián. Todas ellas en mal estado de conservación, sucias, algunas sin ojos, dotando al lugar de un aire bastante tenebroso.

Las muñecas de don Julián

Cuenta la historia del origen de esta isla que, cuando don Julián aún vivía, encontró por casualidad el cuerpo de una niña que murió presuntamente ahogada en aquellas aguas. Desde aquel día, el único morador de la isla, según relató él mismo en una ocasión, ya no se encontraba tan solo, sino que lo acompañaba el espíritu de aquella niña, el cual lloraba, gritaba y se quejaba constantemente.

Atemorizado por estos hechos, don Julián no encontró mejor solución que rodear su rústica vivienda con muñecas de todo tipo y tamaño, así lo hizo durante largos años, al punto que en la actualidad, las muñecas que pueblan la isla se cuentan por miles. El morador de la isla encontró en ellas a sus mejores guardianas y protectoras contra el espíritu que lo atormentaba.

Pero el espíritu de la niña no era lo único que inquietaba a don Julián, pues alguna vez confesó que dentro del río existía una sirena que más de una vez pretendió arrastrarlo al fondo de las aguas.

La herencia de un morador

Corría el año 2001 cuando el anciano Julián se acercó a pescar a uno de los canales en compañía de su sobrino. Allí lo dejó el joven mientras se fue a supervisar el ganado que pastaba en los alrededores. Al cabo de cierto tiempo, cuando el muchacho volvió por su tío, lo encontró muerto a causa de un infarto. Su cadáver flotaba en el agua.

Tras la muerte de don Julián, nadie se ha atrevido a retirar las muñecas que pululan por la zona, pues son muchos los visitantes que aseguran que estas, con sus cuencas oculares vacías y sus extremidades mutiladas, cobran vida por las noches para ahuyentar a los malos espíritus que amenazan la isla.